"Adiós al radioteatro" 6. Los precursores

De "Adiós al radioteatro"

 

Los precursores

Se considera a Francisco Mastandrea como el primer actor-director que realizó un radioteatro. Verdadero precursor del género, entre las numerosas obras que difundió, melodramas de llanto incontrolable, se destaca "La caricia del lobo". En las historias de Mastandrea abundan relatos de amores de las tres "T", triunfantes, truncos y trágicos; también, tramas lacrimógenas de relaciones frustradas, madres o novias abandonadas, fidelidades incólumes y traiciones crueles; todas experiencias encarnadas por actores y actrices que compartían sus alegrías y dolores con un público al que la radio había dotado de una sensibilidad alerta.

Cuando a comienzos de 1929 parecía agotarse una audición de música campera conducida por Roberto Torres y Francisco Mastandrea, este último inspirado en las novelas por entregas tan en boga en aquella época, crea "La caricia del lobo", una novela radian, la primera obra radiofónica que no concluiría en un solo dia o en el espacio de una audición. Hasta ese momento, se habían difundido programas unitarios de teatro radial y programas como el mencionado de Mastandrea, en los que se combinaban números de música folclórica con la representación de breves escenas o sketches de ambiente campero.

A Mastandrea se sumó poco después el español Juan Andrés Gonzales Pulido, director de una compañía teatral, quien impuso el radioteatro episódico con su creación "Chispazos de tradición".

Gonzales Pulido había nacido en España, en 1890. Allí estudio Filosofía y Letras, disciplinas en las que obtuvo el doctorado. Cursó después la carrera de Medicina, que dejó inconclusa para responder al llamado de su vocación literaria. Vino a la Argentina y se radicó en Buenos Aires, donde ejerció el periodismo.

Fue redactor de "La prensa", "La mañana", "Critica y la razón", entre otras publicaciones. Siempre estuvo latente su interés por el teatro y, particularmente, por las obras de contenido popular. La primera obra que escribió fue "El perdón del gringo", estrenada en 1914 en el teatro Nacional, conocido como "la catedral de género chico" y que alcanzó unas doscientas representaciones.

Pero su aporte a la cultura se debe, no tanto al teatro ni a las letras, como a la radio. Su habilidad expresiva, su abundante imaginación y su facilidad para llegar al gran público apelando a los sentimientos y a los conflictos cotidianos, le permitieron crear incontables radioteatros que impusieron en los oyentes a personajes típicos, amados y repudiados, y conmovieron la sensibilidad popular a través del radioteatro.

En un año, entre 1913 y 1932, se difundieron por Radio Nacional ciento diez piezas breves de su autoría, que eran los capítulos del ciclo "Chispazos de tradición", de poco menos de una hora, que se mantuvo en el aire hasta la muerte de González Pulido, en 1936.

Solía escribir en lugares insólitos, en el momento que su imaginación repentista o alguna espontánea ocurrencia lo requería. U n bar, una oficina, una sala de la radio, un pasillo, eran entonces un buen sitio para que sus ideas fueran tomando forma sobre el papel y aguardaran el momento de la representación en el estudio de la emisora.

En ocasiones, terminaba de borronear el capítulo del día apenas un par de horas antes de la salida al aire. En esos casos, que no eran los menos, llegaba apresurado al estudio, donde los actores, sin ensayo y sin lectura previa, daban vida a los personajes que González Pulido acababa de exhibir en el escenario de su frondosa imaginación.

Las tramas de "Chispazos de tradición" eran muy simples. En sus historias, todas de ámbito rural, se planteaban conflictos que enfrentaban el bien con el mal, la verdad con el engaño, la fidelidad con la traición, la nobleza con la hipocresía, la equidad con la injusticia, el amor con el odio. El relato radiofónico se desarrollaba con lenguaje llano, sin rebusques, de modo que el mensaje fuera entendido en forma inmediata por el público, porque así lo exigía el medio, cuyos secretos González Pulido conocía y dominaba como un experto. En el escenario sonoro estaban nítidamente diferenciados los personajes: por un lado, junto al protagonista, los que encarnaban los valores positivos; por el otro, junto al antagonista, los que asumían los valores negativos.

Y mientras el radioteatro cruzaba el espacio y se introducía en los hogares, la familia reunida en torno al receptor escuchaba expectante los diálogos cotidianos. Cada oyente adjudicaba un rostro y una figura en los personajes según las sugerencias que emanaban únicamente de la voz. En los momentos culminantes, los oyentes se exaltaban para respaldar o reprobar con sus emocionadas interjecciones la intervención de los actores. En cada emisión comenzaba y terminaba una historia, pero ninguno era el final definitivo. Los capítulos siguientes planteaban nuevas situaciones autónomas y al mismo tiempo, tramos parciales de un relato mayor que integraba el ciclo completo.

Chispazos de tradición:

Fue el primer paso del radioteatro argentino, emitido por Radio Nacional, creado por José Andrés González Pulido, un inmigrante español, quien por el año 1931 dará un extraordinario empuje al radioteatro. Fue uno de los más famosos y exitosos de Argentina. Tal era el éxito, que la revista Antena tenía una sección de cartas de lectores dedicada al programa, y en algunos negocios se vendían las partituras para canto y piano de los números musicales de "Chispazos".

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Nos cuenta Carlos Ulanovsky, en su libro "Días de radio", que a partir de 1914, mucho antes de la aparición de la radio: «González Pulido fue un cultor y defensor del llamado género chico teatral y puso en escena las piezas más populares de Florencio Sánchez. Inspirada en un poema de Evaristo Carriego, su versión teatral de La costurerita que dio el mal paso superó con éxito las dos mil funciones. González Pulido bebió de estas fuentes, se inspiró en la payada, en el primitivo folletín, en el dramón circense, en el melodrama mazorquero y a todas esas formas las cruzó con el sainete. El resultado fue explosivo y exitoso. González Pulido debutó en Radio Prieto, pero recién al pasar a Nacional, a fines del 20, logra establecerse y destacarse en la elaboración de una receta muy particular. Historias de la vida sentimental, sencillas, candorosas y sobre todo desmesuradas, cortadas en capítulos para darles continuidad e intriga. Muy pocos días después de su presentación la compañía de González Pulido obtuvo el favor de quienes se dejaban cautivar por sus personajes —"gritones, oscuros, increíbles"— y recibió el rechazo de quienes sentían que "el gauchismo sangrante y cursi" ofendía sus oídos y gustos estéticos como antes sólo lo había hecho el sainete.»

A Chispazos de Tradición le cupo ser la primera compañía radioteatral que realizó giras por los barrios y ciudades del interior del país. Este ejemplo luego cundió y representó uno de los rasgos distintivos de estos conjuntos, que, irradiados los primeros episodios de cada novela, comenzaban a recorrer los teatros brindando una adaptación de la obra radiofónica, de esta manera llegaban a públicos que jamás habían accedido a una espectáculo teatral, no sólo porque estas compañías se aventuraban hasta los más apartados pueblitos del interior, sino también, porque el arte que ellos cultivaban era el que realmente provocaba el interés y la más franca adhesión del público masivo.

Nos cuenta Ulanovsky, en el libro ya citado, que: «El radioteatro llegó velozmente al corazón de los oyentes y modificó horarios, ritmos y costumbres. La compañía de teléfonos observaba que a la hora del radioteatro disminuía la cantidad de llamados. Grandes tiendas como Harrod's tuvieron que colocar altoparlantes para que la clientela no dejara de ir. Los empresarios cinematográficos de todo el país exigieron a la radio que cambiara el horario porque la pasión por Chispazos estropeaba la asistencia a la función de la tarde. Los anunciantes del ciclo, los cigarrillos Condal, se opusieron firmemente y apenas si consintieron a autorizar la instalación de parlantes en algunos pocos cines.»

Era tal la identificación de la gente con los personajes, que el malo, Caín, interpretado por el actor Rafael Díaz Gallardo, recibía cientos de llamadas telefónicas a su casa para aborrecerlo. Tuvo que borrarse de la guía.

Sigue relatando Ulanovsky, que «la contracara de Caín era Churrinche (el nombre de un pájaro), protagonizado por el actor salteño Mario Amaya, un inocente a ultranza, un muchachote puro corazón que en todas las fotografías públicas aparece vestido de gaucho y con una flor en la oreja.» Cada tanto, Churrinche, cansado de las injusticias de su hermano Caín le propinaba un sopapo que lo tiraba al piso, lo que entusiasmaba a los radioescuchas.

A sus giras acudían abigarradas multitudes que buscaban ponerse en contacto con los ídolos de la radio. Era inmenso el cariño que este conjunto despertaba, y hubo un momento en que llegó a ser lo más popular de todo el país.

La gran repercusión de Chispazos no evitó la aparición de criticas a los argumentos y los personajes, publicadas particularmente en revistas. Las objeciones se referían al escaso nivel cultural de las obras, el inapropiado lenguaje de sus protagonistas y la deformación de la realidad nacional.

Ricardo Gallo comenta en su libro "La radio, ese mundo tan sonoro": "El esplendor de Chispazos de tradición, apoteótico e invidente de casi todos los hogares, tiene en realidad una vida corta y, del mismo modo que su ascenso había sido fulminante, su caída será precipitada"

González Pulido no fue insensible a esas críticas, y planteó claramente la diferencia y realidad, la ficción que él mismo inventaba y la realidad que conocía muy bien. Da vuelta, a su favor, las objeciones de los críticos: los personajes de su radioteatro exponen una realidad mejorada. Lejos de mostrar miserias, vicios y bajezas humanas, como él observó en la realidad, presentan cuadros de mayor virtud y nobleza. Detrás de esta polémica, se percibe la tensión entre lo culto y lo popular; lo popular, que avanza empujado por el interés de la gente y la apertura del medio radiofónico a públicos amplios sin distinción de clases o niveles sociales; lo culto, oponiendo todavía resistencia a una invasión incontenible.

Alberto Migré:

Porque si hablamos de radioteatros y telenovelas no se puede evitar hablar de él, un hombre que dejó su sello en la historia de la radiofonía y televisión de nuestro país con más de 700 historias de amor sumando ambos formatos.

Nació en el barrio de Almagro el 12 de septiembre de 1931. A los 15 años escribió su primer radioteatro La sombra de la bailarina que protagonizaron Chela Ruiz y Horacio Delfino en Radio Libertad, lugar donde además fue cadete, telefonista y redactor de prensa. Sus comienzos en ese medio con la Pandilla Marylin, integrando elencos infantiles junto a Juan Carlos Altavista, Nelly Prince y Luis Brandoni, entre otros, ya vislumbraba su futuro.

Su carrera como actor fue derivando lentamente hacia la escritura, cuando estudió Letras en la facultad. En 1948 formó su propia compañía en Radio Libertad donde dirigía a los actores y era cabeza de elenco.

Migré impulsó el resurgimiento del radioteatro durante tres años, siendo parte de la denominada "edad de oro" de la radiofonía argentina. En radioteatro se destacó con: Silvia muere mañana, Esos que dicen amarse; 0, 5, 97, da ocupado; Amelia no vendrá, Miedo a quererte tanto y Las solteras, algunas de ellas convertidas posteriormente en telenovelas. 

Su mejor momento fue en 1950, cuando ingresó a los hogares de todos con sus historias de barrio y calles porteñas, retratando sentimientos y problemas cotidianos, con sus personajes de clase media, de gente común, donde la identificación con ese "otro" protagonista de la historia, era inevitable para cualquiera que se pusiera a seguir los capítulos del autor. Desde ya, que "el amor", siempre fue el hilo conductor de sus creaciones.

Migré se caracterizó por ser un descubridor de talentos y un creador de un estilo clásico cruzado por las pasiones, el suspenso, las traiciones, los engaños, pero principalmente por el romance más allá de las diferencias de edades y de clases sociales.

Siempre fue un hombre crítico y durante sus últimos años de vida expresó su malestar por la excesiva competencia por el rating que se había apoderado de la pantalla chica. Renegaba por la extensión desmedida de las novelas por la simple razón de medir bien en audiencia. Sobre el tema alguna vez declaró: "En la década del "60 las telenovelas duraban 22 capítulos de media hora; era una delicia, tenías un plan, desarrollabas una historia con un ritmo y pautas precisas y después te ponías a pensar en otra historia".

También decía que habían desaparecido las telenovelas de autor. Que la marca registrada al ver un producto había desaparecido, que la televisión se había convertido en una acumulación de formatos enlatados con muy poca producción nacional. Migré vivió una fuerte transformación del medio que jamás aceptó y que lo llevó a quedar fuera de la nueva dinámica y formas de consumo culturales.

Durante sus últimos años Migré fue presidente de Argentores, la asociación que nuclea a los autores en Argentina y en el 2001 fue nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires.

Gravemente enfermo del corazón y a los 74 años falleció de un paro cardíaco mientras dormía, en Buenos Aires.

Alguno de sus radioteatros:

  • "Altanera Evangelina Garré", Con Graciela Araujo, Blanca Largota, Osvaldo Pacheco y Atilio Marinelli.

  • "Permiso para imaginar", ciclo de historias unitarias. Radio Belgrano.

  • El octavo no mentir. Con Carlos Girini.

  • "No quiero vivir así", con Hilda Bernard y Oscar Casco. Radio El Mundo.

  • 10 horas de amor y espanto. Con Carlos Girini.

  • Silvia muere mañana. Con Carlos Girini.

  • "Alguien para querer", con Hilda Bernard y Osvaldo Siro. Radio El Mundo.

  • Cuatro calles y el cielo . Con Carlos Girini.

  • Lo mejor de nuestra vida… nuestros hijos. Ciclo de historias unitarias. Con Delia Villar y Julio César Barton. Radio El Mundo.

  • Sin marido. Con Carlos Girini.

  • Que pequeño que era tu nombre. Con Carlos Girini.

  • El teleteatro Palmolive del aire. Ciclo de historias unitarias, con Mabel Landó. Radio El Mundo.

  • Más cerca, más tuyo. Con Carlos Girini.

  • El desafío. Con Carlos Girini.

  • El divorcio. Con Carlos Girini.

  • Tal como somos. Con Carlos Girini.

  • Desamparada. Con Carlos Girini.

  • Cuando el amor es mentira. Con Carlos Girini.

  • Un marido para Diana Gálvez. Con Carlos Girini.

  • El precio de ser otra. Con Carlos Girini.

  • Mi mujer recibe anónimos. Con Carlos Girini.

Decálogo de Alberto Migré:

1) Contar historias que rescaten nuestra cultura y nuestra identidad.2) Dar realismo a las escenas.3) Manejar bien la relación autor-actor.4) Permitirles a los personajes que sueñen.5) Elegir buenos actores.6) Crear acertadas combinaciones entre personajes.7) Tener buena relación entre el productor y su equipo.8) No copiar obras de afuera.9) Saber que un libro de televisión (y de radio) es una pequeña pieza literaria.10) Elegir bien los títulos. No excluir a los hombres.

Este decálogo, que él respeto en todas sus creaciones, recomienda rescatar la cultura y la identidad propias. El concepto de "cultura", en la expresión de Migré, comprende a la cultura popular, a aquella en la que se mueve la vida cotidiana de la gente común, desprovista de poder y de riquezas ostentosas.

Si en algunas de sus obras intervienen personajes de la cultura elitista, de la aristocracia y el refinamiento, funcionan como contrastes o como presencia de contacto revelador de un proceso que va borrando fronteras sociales.

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Alberto Migré

La picaresca popular en el radioteatro:

Wimpi, seudónimo que utilizo Arthur García Núñez, uruguayo que llegó a Buenos Aires a comienzos de siglo XX, cursó la escuela secundaria, inició estudios universitarios en la carrera de Medicina, que nunca terminó. Después de una gira aventurera por el Chaco, regresó a Montevideo, donde se dedicó a la actividad periodística gráfica. Hacia 1946 se estableció definitivamente en la capital argentina.

Continuó con su labor en la prensa escrita y se insertó en la radiofonía, además de continuar con una perseverante producción literaria, solo interrumpida por su prematura muerte, en 1956, a los cincuenta años de edad.

Fue quien introduce la picaresca en el radioteatro. Con absoluta originalidad, como todo lo que creó, inventó esta serie de programas breves, unificados y centrados en su protagonista, "La pícara Chimbela" nombre del personaje y del ciclo.

Los capítulos de "La pícara Chimbela" se difundían las noches de los martes y viernes, en 1951, por Radio Splendid. De estructura muy simple, la gracia estaba en el contenido y la forma de los diálogos entre Chimbela y Astor. Intervenía, además, un locutor que narraba las situaciones que no se dramatizaban y aportaba algunas acotaciones complementarias. En ciertos episodios, se sumaban otros personajes circunstanciales.

El ciclo constituía una seria. Cada capítulo tenía sentido en si mismo pero la situación continuaba en el día siguiente, hasta completar la serie. La estructura de cada emisión se ajustaba a este esquema, con algunas excepciones:

  • Presentación comercial.

  • Introducción del locutor.

  • Dialogo de Chimbela y Astor.

  • Remate del locutor.

  • Cierra comercial.

Hombre de gran cultura basada en abundantes y sólidas lecturas, reunía las condiciones del autodidacto. Fue autor de relatos, novelas, textos radiofónicos y de ensayos de diversa índole, que, en muchos casos ahondaban en cuestiones filosóficas. En esta última categoría se inserta el ensayo "La risa", tema abordado con absoluta seriedad por un espíritu humorista.


 

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